viernes, 26 de septiembre de 2008

En silencio


Tuvo la extraña sensación de conocer ya aquel pueblo en el que jamás había estado. Quizá eran sus calles angostas, empinadas y empedradas, bordeadas de casas grises con balcones vacíos. Tal vez porque la plaza tenía un kiosco como tantos otros, rodeado de árboles, y una fuente seca junto al monumento. Probablemente fue por la gente paseando en círculos por el centro, saludándose sin detenerse porque nada tenían que decirse o ya lo habían hecho. O fue por la melancolía de la tarde, cuando el ocaso anuncia el pronto descanso; o porque comenzaron a dibujarse sombras y éstas le trajeron recuerdos. Pero sintió que conocía el pueblo, si bien era la primera vez que lo visitaba y de ello estaba muy segura.

Supo que era por aquella calle, una en la que sonaba el silencio. Lo leyó en los árboles tristes, las casas viejas, la hiedra que cubría las paredes y en la sensación de un recuerdo. Se detuvo ante una puerta y dejó volar sus pensamientos. Se parecía la entrada, con tres escalones, una reja forjada y una imagen de algún santo. Se parecía a otra casa, a una casi borrada en su mente, aunque no había olvidado lo que hubo dentro. Y se parecía a otras, a miles en calles con árboles y silencio.

Observó la ventana y la cortina que se separaba. Vio durante segundos unos ojos y luego volvió a su estado el velo. Se apoyó en un árbol, encendió un cigarrillo y lanzó el humo al viento. Un nudo le tapó la garganta y algo se le movió en el cuerpo. Era como aquélla la casa de sus recuerdos. Así como la cortina y los ojos. Y en la sala había un piano, cuadros rancios en las paredes y un gato dormilón en las rodillas del anciano. Y ella en la ventana, espiando sus movimientos, aguardando verle en el árbol, con el cigarrillo encendido y la sonrisa en los labios. Luego salía al porche y ambos se sentaban en los sillones de mimbre, oliendo el azahar de la tarde, escuchando el murmullo de la brisa, leyendo sus pensamientos.

Así fue aquella tarde sin mañana, cuando el ocaso se tiñó de luto y el llanto empañó sus ojos. Se cerró para siempre la cortina, ella olvidó el camino y esperó que el tiempo borrase sus recuerdos. Pero regresaba en cada pueblo, en cada calle en silencio, en cada pared con hiedra, en cada árbol gris de la tarde, en cada crepúsculo melancólico.

Se abrió la puerta y la mujer salió al porche. Se sentó en el banco ornado de azulejos. Miró hacia el árbol, la mujer y lo que había a lo lejos. Ella subió los tres peldaños y apoyó la espalda en la pared. Observó a la mujer, sin verle ni el rostro o el cuerpo. Intentó ver en ella a otra, como mimbre en los azulejos.

—¿Tiene un piano en la sala? —preguntó

—No —dijo ella con una sonrisa para forasteras

—¿Y cuadros viejos en las paredes, un gato y un abuelo?

—No —respondió ella, perpleja—, no tengo nada de eso. Vivo con mi hermana y su esposo. -sonreía invitante, deseosa de conversación, el atardecer motivaba a un rato en el porche, incluso al lado de una forastera-.

Ella descendió los escalones y encaminó sus pasos por la calle, dentro del silencio. No, no conocía aquel pueblo, ni la calle sombría, ni la hiedra sobre los muros de piedra, ni el kiosco y la fuente seca. Se parecía a uno de sus recuerdos, a uno al que sólo volvería en sueños.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Te extraño


“Aunque tenga ganas de llorar el nudo en mi garganta quizás no sean lagrimas, sino deseos de hablarle, besarle, abrazarle, dejar todo por el, escuchar su risa y su hilo de voz inolvidable. Me esfuerzo pero no puedo, la distancia es la peor atrocidad, su recuerdo cae por mi lagrimal, descubrí que es mi otra mitad, en mis noches tristes de redundancia he descubierto una verdad que me quita el sueño: el amor solo cura la distancia…”

Te extraño;
Mis mentiras añoran tus verdades,
mis abrazos extrañan a tus manos,
mi boca para siempre será tu boca,
mi camino no es el mismo sin tus pasos.
Te extraño;
tu renuncia, el quedarnos con la duda,
y mis ojos son ajenos sin tus labios
rememoran la calma de tus noches,
están muertos, son dos puntos solitarios.
Te extraño;
la sombra de tu ausencia me provoca,
siento que muero, no puedo, sigo viva,
me resisto a naufragar en el olvido,
mi corazón me reprocha cuando río,
y cuando duermo, lo único que sueño es contigo.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Soledad

Soledad que te pegas a mi alma
en la dulce soledad de este campo de otoño.
No hay momentos de sosiego.
Rebeldía pura de amores sin amores.
Ilusiones puras y puros conformismos
intentando levantar el espíritu nostálgico
de querer estar contigo y nunca estarlo.
Volverás de vez en cuando a estas tierras agrietadas
y verás de nuevo a quien te ama

borracha de amores y libertades.
Y también de vinos por olvidarte.
Y si surgen saludos y palabras
tal vez notes la dureza de mi estilo
queriendo no herirte en nada,
y en mi soledad sólo herirme yo misma.
Y verás sin duda el resurgir poderoso de la guerrera
sin miedo a leyes ni a nostalgias
y la verás caer una y mil veces y levantarse de nuevo,
con la pura bandera de su raza.

Soledad de amores triste y pura,
soledad de amores y locura.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Volver a empezar



Pasa la vida y el tiempo no se queda quieto
llevo un silencio de frío en la soledad.
En qué lugar anidare mis nuevos sueños
y quién me dará una mano cuando quiera despertar?

Volver a empezar.

Que no se apague el fuego,aun queda mucho por andar
mañana será un nuevo día bajo el sol cuando pueda levantar.

Volveré a empezar.

Se fueron los aplausos y algunos recuerdos
y el eco de la gloria duerme en un placard.
Yo seguiré adelante atravesando miedos
porque nunca será tarde para volver a empezar.

Acabaron muchas cosas, pero otras empezaran.